viernes, 27 de diciembre de 2013

FABRA DIMITE Y RAJOY ASUME INCAPACIDAD


Podría suceder y no nos rasgaríamos las vestiduras. Si bien, la Constitución y el llamado Estado de las Autonomías no lo permiten. No serviría de mucho que uno dimitiese y el otro asumiese las competencias, ni Fabra nos importa mucho, dada su incapacidad de gestionar en Valencia la ruina de Camps, ni Rajoy puede sacar las castañas del fuego. Es decir, estamos rodeados de gestores negligentes que nos van hundiendo más, día a día, al no hacer una política útil que realmente transforme y reduzca la mastodóntica estructura institucional que se ha creado en España desde la aprobación de la Constitución en 1978.

La absurda reforma de la administración local que quiere aplicar el Gobierno pretende reducir las competencias de los ayuntamientos con poblaciones de derecho inferiores a 20.000 ciudadanos a fecha del 31 de diciembre de 2013. Y que sean las diputaciones provinciales las que asuman las competencias municipales que sean retiradas a los consistorios. De ese modo, las diputaciones que podrían desaparecer para reducir la tela de araña de la desmesurada administración pública española van a seguir. No se cierran. Se refuerzan. Y los ciudadanos de los municipios afectados por la medida perderán la cercanía de la gestión municipal. Es todo un despropósito.

En el caso de la Comunidad Valenciana, por tomar un ejemplo: Si se llegase a una suspensión de la autonomía, que no se va a dar, Rajoy sería incapaz de asumir lo que Fabra no sabe gestionar, ni resolver, por una incapacidad similar. Así, todo queda en la parálisis, ni se gestiona ni se resuelve ni se transforma.

Vamos por el peor camino. El de la desolación.

Mientras, el president de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra,  ha ejecutado, con policías y liquidadores, el cierre de Radiotelevisió Valenciana colocando una guinda en un pastel lleno de basura.

Son tantas las pruebas de la nefasta gestión de los consejeros y presidentes que han pasado por el Consell de la Generalitat Valenciana que lo lógico y apropiado sería la dimisión del actual ejecutivo autonómico valenciano y la convocatoria de elecciones anticipadas antes de 2015, ya que el Estatut, reformado recientemente, lo permite. Si bien, Fabra no va a dimitir. Algo propio de la dinámica alocada de los políticos en España: Ni dimiten, ni asumen, ni se responsabilizan. Ni tienen vergüenza.

España es hoy un país triste. Durante todo el año. No importa si llega la Navidad, la primavera o el verano. Hemos perdido la ilusión. Perdemos la alegría a golpe de decepciones y la estamos olvidando por pura indignación al comprobar cómo y hasta qué punto nos han arruinado unos y otros. La lista de atrocidades por mala gestión y por presuntos delitos de políticos, agentes sociales y personajes repugnantes, ya que apenas hay condenas, es tan larga que nos va quitando el aliento, cada vez que enumeramos parte de los casos de corrupción, mientras nos vamos hundiendo en la miseria con la alegría perdida y olvidada.

De esta situación no saldremos con facilidad, de ninguna manera. Saldremos un día, que nadie ve ahora en el horizonte. O no saldremos nunca. Esa posibilidad, no salir nunca, nos aterroriza: Que se instale de forma permanente en España la pérdida de ética, de responsabilidad, de vergüenza. La pérdida de lo que nos hace más humanos, que por ausencia nos convierte en desgraciados estafadores, farsantes, ladrones de capitales y sobre todo hurtadores de sueños. Si nos roban el sueño de vivir en una sociedad mejor, entonces sí que perderemos una parte íntima nuestra. Y ese robo es tanto o más grave que el del saqueo que ya padecemos.