domingo, 16 de septiembre de 2012

PORTUGAL, COMPAÑERO DE VIAJE

    Hunter Halder recoge comida en restaurantes de Lisboa para repartirla con su bicicleta entre nuevos pobres.
                              
Hoy me siento portugués. Su terrible momento se parece mucho al nuestro. En Portugal se ha perdido la esperanza; en España cada día que pasa no sentimos más desesperanzados.

Portugal está aplicando las medidas que se le han exigido para ser rescatada por la Unión Europea. Y cuanto más se esfuerza el país luso más se hunde. La comparación que hacen varios medios portugueses de que cuanto más se mueve Portugal, en el fango movedizo, más se hunde, es certera. Es desesperante. La mano europea no parece estar tendida para sacar a Portugal de las arenas movedizas sino para hundir más al país en ellas.

Hay menos paro en Portugal que en España, unos nueve puntos menos, y el IVA, gracias al rescate europeo, está en el 23%, dos puntos más que el español. Si bien el IVA cultural de Portugal está por debajo del IVA homicida cultural español que ha pasado del 8 al 21%.. En Portugal el IVA de los acontecimientos culturales se ha quedado en el 13%.

La troika vigila que Portugal cumpla con las condiciones de rescate. 78.000 millones de euros para salvar a Portugal; lejos de sentirse salvados, los portugueses se sienten condenados por lenta asfixia a un ahogo seguro. Es la omnipresente austeridad merkeliana que sin medidas de estímulo sólo empobrece más y más.

Cobren menos, gasten menos y devuelvan lo prestado. Cobrar menos, e incluso no cobrar nada al perder el trabajo, lleva a gastar menos: En Portugal ahora se gasta menos, lo que lleva al cierre de los negocios que dependen del consumo. Así, el Estado recauda menos y tiene menos posibilidades de cumplir con los objetivos pactados y con el programa de devolución de lo prestado. Ya se ha cambiado el límite del déficit en Portugal para 2012 y 2013. El límite del 3% de déficit se deja para 2014.

Pasear  por las ciudades portuguesas nos entristece. Es inevitable. Comercios que cierran, restaurantes vacíos o medio vacíos cuando acaba la temporada turística...y lo que más nos conmueve es la mirada de los portugueses. Hay que mirar el fondo de los ojos de nuestros vecinos hermanos para sentirnos más cerca. Para notar que la crisis, con mil matices, es la misma. Es la crisis de un sistema que no tiene soluciones para sus oxidados motores.

No hay esperanza porque los responsables políticos sólo tienen medidas de austeridad y éstas no funcionan. Todos tenemos en la mente una medida concreta gubernamental que es una gran equivocación; en España o en Portugal, da igual. El paquete de todas las medidas no es sino la incapacidad para moldear un nuevo sistema.

Por eso hoy, Oporto está mi corazón, como lo está Lisboa; o cada ciudad y pueblo portugués. Estoy en una calle silenciosa de Lisboa en la que flotan pensamientos desesperanzados de lisboetas que temen la llegada de un invierno crudo y una primavera sin flores de ilusión. Me fijo en una joven pareja que pasea a su hijo y siento que cualquiera de nosotros podría ser el pequeño lisboeta que crece sin la esperanza de sus padres, obligados a recortar toda clase de gastos. Somos la generación del recorte. Un recorte que une al joven titulado sin trabajo, al parado de cualquier edad y al abuelo que ayuda a los hijos, a los nietos, que se encuentran al borde de la indigencia.

Unidos en la desgracia fatal causada por otros. No es precisamente la joven pareja lisboeta que tengo delante la causante de esta debacle económica. Todo lo que puedo escribir también lo estás pensando tú que lees estas líneas. Cada vez comprendemos más y nos da más rabia que tengan que pagar justos por ladrones en este sinsentido actual europeo.